sábado, 26 de junio de 2010

Las carreras de Eduardo


La capacidad que tiene Eduardo Scott-Moreno para hacer muchas cosas y hacerlas bien recuerda a las historias contadas sobre los hombres del renacimiento, época en la que un orfebre podía pintar una magnífica visión sobre la llegada de Venus o que un genial pintor y diseñador de armas trabajase en la corte de Ludovico Sforza como cocinero. Eduardo tiene ya un lugar en la literatura nacional y no sólo por haber sido el único que ha ganado dos veces el premio nacional del novela, sino, y sobre todo porque ya cuenta con una obra consistente, inteligente, narrativamente bien estructurada y con una atención a los detalles que habla de un exigente esteta.

Pero más allá del escritor están el administrador de empresas y el abogado, que han logrado carreras académicas que incluyen postgrados y docencia en ambas áreas del conocimiento; con ambas carreras ha ejercido profesionalmente, pero además ha reflexionado y ayudado a construir corpus analíticos. Hace poco terminó su doctorado en Epistemología con un trabajo sobre Ludwig Wittgenstein, cuyo Tractatus Logicus-Philosophicus normalmente está entre los libros que más a mano tiene en su atiborrada biblioteca-estudio.

Sin embargo Eduardo tiene otra carrera, una menos pública y más exigente, una que no quiere terminar y que le demanda cada vez más esfuerzo y dolor. Scott-Moreno es un consumado corredor de largas distancias (alguna vez ha llegado a correr 60 kilómetros sin parar) que entrena disciplinadamente cuando, como ahora, no lo aqueja una recurrente lesión. El maestro del periodismo boliviano, Juan Carlos Gumucio, decía que había que desconfiar de los textos de escritores que hacen jogging, se refería despectivamente tanto a la literatura como a la carrera light, a aquellos que no les importa tanto el resultado sino la vanidosa actitud de ser vistos publicados o corriendo mientras que la obra de Scott-Moreno es profunda y compleja y su actitud hacia el entrenamiento deportivo raya lo obsesivo.

Hace poco el recordista boliviano, corredor olímpico, e incansable pensador de temas culturales y deportivos, Fadrique Iglesias, que publicó un artículo que comentaba el último libro del japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949): De qué hablo cuando hablo de correr, en el que decía que “Murakami, que viene sonando estos años como posible premio Nobel, en su libro abunda sobre las similitudes que percibe cuando se concibe como novelista y cuando lo hace como atleta aficionado: la soledad y su enfrentamiento (o disfrute). Condición necesaria (según él) para triunfar en estos dos modelos, vinculando a éstos, a su vez, el concepto de disciplina”

Scott-Moreno es disciplinado en todas sus carreras, tanto en las académicas como en las que hace bajo cualquier temperatura y sobre pistas sintéticas, playas israelitas o circuitos urbanos y no es difícil pensarlo sentado frente a su pequeño escritorio dentro de su alejándrica biblioteca durante horas con la única compañía (y goce) de su soledad, revisando minuciosamente cada palabra, diseñando con precisión arquitectónica la estructura de sus relatos, creando personajes tridimensionales capaces de cuestionar nuestras propias decisiones, re-inventando la realidad desde temas universales y completamente actuales, dándole un fino humor irónico a sus personajes y componiendo con meticulosidad la musicalidad siempre presente en sus textos.

Entre los proyectos que Scott-Moreno está por encarar se encuentran una novela, de la que dice haber avanzado cerca del 30%, un volumen de poesía que no sabe si va a publicar y un volumen con ocho cuentos que el siguiente mes debería salir a las librerías, asegura que no sabe si volverá a escribir novela, que piensa que podría haber terminado con ese género, pero no con la escritura, tiene ya preparada una obra sobre la formación del conocimiento humano, pero para mencionar proyectos de grandes dimensiones está gestando la creación de un diccionario físico-filosófico: “cuando uno revisa las grandes ediciones de los diccionarios de filosofía uno ve que faltan elementos importantes que son relativos a la física contemporánea” dice.

Lector crítico y asiduo de historia, ciencia, política, economía, conocedor de buenos vinos y de charla amena y de humor inteligente, este dedicado corredor formará parte del panel de escritores que luego de la primera semana de julio dialogarán sobre la relación existente entre la literatura y el humor en el Centro Simón I. Patiño.

viernes, 25 de junio de 2010

Expediente Brodie


Señor Dostor:

Radek Sánchez Moreau

Juez 1 de instrucción en lo técnico musical

Juzgado internacional

 

El interfecto, lejos de perfecto y cerca de prefecto Willy Rocabado Aüe (alias Roco, alias el orejas, alias el tracapechos, alias el fotógrafo de pueblo, alias el barbas chocas, et al) DECLARA:

Que luego de hacer cálculos y recálculos y estableciendo que su persona, o sea mi persona, que es la persona de todos iba a incurrir en gastos por sobre su encima de su presupuesto intentando comprar luces en Estados Unidos de Norteamérica, desestimó la importación del país mencionado de un equipo de flaches de estudio y más bien dedicose a estipular la mejor manera de traerlos de la vecina república urguaya de la Argentina.

Luego de esos cálculos iniciales, usía, el interfecto llegó al aeropuerto de Ezeiza y procedió a tomar un Manuel Tienda de León que dejolo a dos cuadras de Retiro desde donde procedió a llamar al cómplice Sebastián Szyd (alias el Sebas, alias el yogui, alias el vegetariano, alias el fotógrafo de pueblos americanos) y luego de una hora y media de confusión entre la terminal de subte Retiro y la estación de Retiro ambos sujetos se encontraron y fueron en un automóvil (perdón  por la risa, señoría) del cómplice hasta la casa de un tercer implicado de nombre Blás (alias el Blacho, alias el parrillero urbano, alias el videasta del INCAA, alias el amante de Spinetta) donde los implicados se sirvieron unas carnes al calor de cervezas de varias marcas, vinos variados y un dúo de guitarra y voz luego de lo cual los perpetradores se dirigieron de forma motorizada al domicilio del cómplice Szyd en Charlone al 1366.

Otrosí: con el paso de las horas el imperfecto se sentía más a gusto en esa ciudad, pero la sorpresa, usía fue al día siguiente cuando ambos antisociales (porque nunca salen en las páginas sociales de los diarios) se dirigieron por muto propio a la mítica panadería “La espiga” de aquellos franceses donde el interfecto fue seducido irremediablemente por las medialunas y los panecillos rellenos con chocolate, aquellos rellenos de crema pastelera y pasas y sobre todo por las focaccias con aceitunas negras y verdes y donde el implicado compraría desayuno todos los demás días sin excepción alguna el resto de su estadía, la sorpresa, decía usía, fue que a tres cuadras de la casa del cómplice, mi persona vio una masa de materia grasa con forma de hombre de cabellos peinados hacia atrás y bigote espeso enfrascado en el encendido de una parrilla en un pequeño restaurante de carnes, mi persona tenía en sus propias vistas nada más y nada menos que a ¡José Rodríguez!, alias el lleva putas a Música Esperanza, alias el tufo a trago todos los días, alias el llevo la camiseta de Música Esperanza. No fue saludado, pero a lo largo del resto de las mañanas fue visto siempre en la misma ocupación.

El implicado principal fue de compras y luego de una ardua búsqueda de flaches en el microcentro encontraron ambos los ideales para el presupuesto que tenía el implicado y procedieron a entrar a la tienda de cúbito femoral (la tienda era muy pequeña) y luego de tomar un taxi que les costó como la mitad de una bolsa escrotal llegaron al domicilio particular del implicado 2 Szyd.

Habiendo cumplido con las necesidades básicas por las que el implicado realizara el periplo ambos se dedicaron a buscar lugares para aprovechar una de las ciudades más hermosas del mundo para realizar sesiones fotográficas con modelos lugareños, más ante la falta de ellos el interfecto utilizó a quién será denominado cómplice 3: Alan Jalife, alias vaca, alias yo quiero ser modelo, alias el hard worker, alias el impuntual Jalife, alias el justitooooooooooooooooooo, (Exhibo prueba 1).

El nuevo trío se reunía con frecuencia diaria, mientras los implicados 1 y 2 se dedicaban a perpetrar instalaciones de museos, muestras de fotos como las de Werner Bischoff o la de Juan Travnik, tiendas de libros y discos y de lugares poco frecuentados por el turista vulgar, luego de reunidos los tres procedían a hacer fotos con el cómplice 3 que los trasportaba en una movilidad menos llamativa que el Peugeot 404 de Szyd. En la prueba 2 se puede apreciar la fauna creciente en el automóvil del cómplice.

Hasta allí, usía, todo era como siempre, es decir crímenes menores que no merecen ninguna pena dura, pero de pronto llegó el fatídico sábado 12 de diciembre cuando el trío se dirigía a realizar una sesión de fotos nocturna en las inmediaciones de Recoleta cuando a Szyd (a quien se debe acusar, sin duda alguna señor juez, como autor intelectual del crimen) obliga a Jalife a virar a la izquierda en una esquina y luego de recorrer algunas calles nos obliga a detenernos. Mientras entrábamos al lugar del encuentro yo reconozco los nervios y mientras Szyd lograba que mi persona entre acompañado de una escolta al teatro donde iba a perpetrar el crimen Szyd me dice, estás entrando como fotógrafo de prensa, hacés dos canciones y eshos luego te sacan. Hice dos canciones, lo juro, usía y por los nervios no pude pensar en nada más mientras las hacía, casi al término de ambas canciones se me acerca el cómplice Szyd y mientras me toma del brazo me lleva al otro lado del teatro en el que ya se encontraba Jalife sentado y me dice: disfrutá loco, un regalo de la ciudad de Buenos Aires. Fue así señoría que me senté y durante algunas canciones literalmente lloré de la emoción. Exhibo pruebas 3 y 4.

Algunas horas después, desayunando chocolate en La Giralda, paseando por calles pequeñas, avenidas anchas, viendo personas que ya han dejado de disfrutar de esa mágica ciudad  por intentar vivir dentro de sí mismos, pensaba en que hay crímenes que valen la pena: hasta donde debemos, usía, practicar las verdades, que escriban pues la historia los hombres... diría Silvio, su señoría de usted.