miércoles, 24 de junio de 2009
Galia Guillvera
Corro a mi refugio y busco…no sé muy bien qué, pero luego apenas estaba allí, pequeño, casi diminuto al lado de esos gruesos volúmenes llenos de palabras. Me entra la curiosidad por saber de qué exacto tamaño es así que regla en mano lo descubro: tiene diez centímetros de ancho, 14,8 centímetros de alto y sus apenas 76 páginas de texto le dan un espesor de 5 milímetros. Con todo es uno de los libros que considero más importantes en la tradición del cuento nacional, la autora es una orureña que vivió su niñez en Cochabamba y luego de estudiar en La Paz cruzó el charco. No sé si esté catalogado como un referente de la literatura boliviana, no sé si haya ganado premios literarios, no sé si Galia Yaksic haya publicado alguna otra cosa, no sé si tendré la oportunidad de verla y decirle que me su libro me cambió para bien y que lo considero como un gigante entre mis libros, lo único que sé es que no me canso de releerlo y hoy corrí a él a encontrarme otra vez. Como siempre que me recibe se decanta por alguna de sus páginas para abrirse y así lo primero que leí fue:
El lunar del izquierdo
Hace 22 años nací en medio Altiplano. Un círculo de piel café, perfectamente distribuido desde mis clavículas hasta la base del estómago, causó una impresión de semiespanto en la doctora que atendía el parto. Pienso que sólo el tiempo demostró a la familia que aquel «defecto» era más bien un lunar de dimensión extraordinaria, y que sólo la costumbre podía lograr que se viera como la combinación perfecta con esta piel blanca y mis pezones rosados.
Antes de los diecinueve, un sueño me contó que los lunares son heridas que la intensidad del alma hace en la piel. Comprendí esa parte mía a partir de entonces.
Entendí que la intensidad tiene mucho de inocencia, la noche que amé a mi primer amante; incapaz de sentir igual al amanecer, sola, vi mi muy querida mancha reducida a la mitad. Recuperar el tamaño original de mi parche querido se hizo imposible. Así sé que el cuerpo es un traductor de nuestros demonios y ángeles internos, y que el miedo es el dueño de la fuerza.
Quiero que sepas una cosa; ahora te veo besando mis pezones y con detalle puedo ver tus dedos chuecos; te veo acariciando ese poco de intensidad que me queda en el seno izquierdo; veo cómo lo besas, cómo adoras tan pequeña sombra, herida en círculo café que el alma insiste en hacerme. Por otros, no sé si serías capaz de tolerarlo inmenso, ocupando la mitad de mi cuerpo, si lo amarías con la forma que teníamos antes de aquel primer dolor
Son los recuerdos de pena los que no me permiten encender mi alma para que de verdad la conozcas, y para hacerla capaz de quemar, con su fuerza, la buena parte de piel que le corresponde. No sé si permanecerías aquí después de verme como era: más completa, menos triste y más yo.
Galia Yaksic
El Coronado y otros cantos
Ediciones del hombrecito sentado
Colección Almendra
Sin dato de año (más o menos 1991)
La Paz.
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