Con todo el dolor de mi alma tuve que decirle que no a Miguel, mi dealer de libros; había llegado en su moto y como siempre que llega esperaba con ansias el encargo: 20 minutos antes me había llamado para decirme que tenía en sus manos el libro que publicaron, creo que con motivo del bicentenario de la llajta, con las fotografías del primer fotógrafo profesional que Bolivia tuvo, Rodolfo Torrico Zamudio, sobrino de la poetiza Adela y amigo inseparable de los perros.
El trabajo de Torrico es vital para comprender la sociedad boliviana de principios y mediados del siglo pasado, central como documento visual y ético de la Guerra del Chaco y necesario para comenzar a reconocernos como generadores de planteamientos estéticos y técnicos en el ámbito fotográfico. Algo de eso es mencionado en lo único que se puede rescatar del libro: el texto introductorio escrito por Ramón Rocha, recién nombrado El Cronista de la ciudad (el Cronopio de la ciudad, le hubiera sentado mejor).
Un momento antes de que Miguel me entregue el libro ya había lamentado el diseño de la tapa, pero ese sería el menor de los males que aquejan esta publicación: la tapa blanda no protege al disco compacto que acompaña, en la solapa de la contratapa, y tampoco condice con una edición cuidada (ni con los casi 300 Bs. que cuesta). Sin embargo todo lo anterior queda pequeño al lado de los tres serios problemas que tiene el mentado tomo:
1) El proceso de digitalización de las imágenes es, cuando menos, defectuoso pues no solamente no han sido “escaneadas” con la resolución adecuada, motivo que generó varias imágenes en las que se puede observar el píxel y suscita la pregunta si no pudieron conseguir un mejor scanner o si los tamaños escogidos para la edición no eran los apropiados. En todo caso la respuesta no importa, sí en cambio la sensación de una edición con muy poco cuidado o sin el asesoramiento de un técnico capacitado.
2) Para la impresión del libro se seleccionó material de baja calidad, tanto en papel como en tinta, aquello generó un pobre resultado, en lugar de apreciar el trabajo de “El turista” Torrico me preguntaba constantemente si los tonos de grises logrados eran los pensados y obtenidos inicialmente o si eran resultado del desastre bicentenario. Intentaré explicarme: cuando la tinta o el papel son de baja calidad sucede que el color negro no termina de fijarse correctamente y se “mancha” del color que queda en la hoja con la que hace contacto, si se tiene la mala suerte de que esa hoja sea blanca, resulta que ese espacio negro queda con pequeñas marcas blancas. En un trabajo como el de Torrico en el que tanto el blanco, como el negro y toda la escala de grises son centrales una impresión así echa por tierra cualquier intención inicial del autor.
3) Finalmente lo peor que le podía pasar a un conjunto fotográfico es que se publique sin tomar en cuenta que la sucesión de imágenes no se ordenan simplemente por el formato o por el tema, editar un libro fotográfico debe ser uno de los trabajos más difíciles que existen, para muestra el botón que dejaron algunos de los maestros en este arte: Adams, Frank, Cartier-Bresson, Larraín, Killip, Szyd o Koudelka quienes tenían claro que no era suficiente hacer fotos de alta calidad (técnica y estética) y que tampoco era suficiente que cuenten una historia sino, y sobre todo, encontrar un orden particular en las imágenes que formen una idea, que construyan un concepto (o varios) que le permitan al lector ir armando mentalmente una secuencia ordenada que prefigure ideas, sensaciones, recuerdos que vayan formando un ensayo visual con objetivos claros, en fin aquello que las editoriales serias denominan edición. Sin una edición adecuada una serie de imágenes individualmente muy cuidadas tanto en forma como en fondo puede convertirse en un amasijo de carne con madera, un grupo de fotos sin orden, un cha’jchu visual, o peor… un libro de “homenaje” al más grande fotógrafo boliviano.
(Publicado en Los Tiempos, Lecturas, el 26 de Septiembre de 2010)
Fe de erratas: Luego de la publicación, charlando con Mauricio Sánchez, llegamos a la conclusión de que se trataba de un error olvidarse de Cordero a la hora de establecer el fotógrafo más grande de la historia boliviana, queda entonces para el debate y se sugiere leer "al más grande fotógrafo cochala" donde dice "al más grande fotógrafo boliviano".
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